17 años – cien%real
Le di un óptimo obsequio y después pasó algo con mi madre que no sé si fue bueno o malo
Expresiones del Papa
Estimados hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de el día de hoy, tercer domingo de Adviento, nos muestra múltiples conjuntos de personas –la multitud, los publicanos y los soldados– que se conmueven con la predicación de Juan Bautista y le preguntan : «¿Qué debemos llevar a cabo? (Lc 3,diez). ¿Qué debemos llevar a cabo? Esta es el interrogante que hacen. Detengámonos un instante en esta cuestión.
La vivienda se había vuelto a anegar con el espíritu navideño, el fragancia a pan dulce y turrones empapaba el ámbito y los colores chispeaban por todas partes. La madre se había solicitado de que ese año la vivienda estuviese reluciente para la celebración. Había limpiado esmeradamente hasta el último rincón del hogar, tal es así que no quedaran restos de polvo o mugre.
No obstante, en su afán de limpieza había roto unas minúsculas telarañas que hacía años formaban una parte del salón y daban cobijo a unas pequeñas arañitas que gozaban en especial de esas datas. Siendo desposeídas de su casa, las arañitas no tuvieron mucho más antídoto que escapar desoladas hacia una esquina obscuro en el ático.
En el momento en que la luz es verde, los hombres mayores son la aniquila de lo asertivo.
Mi planeta antes de los besos era algo de este modo: chicas que detestaba, por el hecho de que lloraban por chicos que eructaban públicamente y recibían aclames; chicos que detestaba pues padecían en silencio por chicas que los miraban como plastas y se reían en la cara. Un espéculo redondo que me daba redonda. Y un cielo raso agrietado, mi único amigo: gastaba parte importante del día tirada en cama, boca arriba, masticando chicle, largo gruñidos.
Una noche abandoné el falso techo y me fui a una celebración de quince. Allí, entre estatuas de hielo seco, comenzó mi compilación de novios mayores: se llamaba R, tenía veintidós y fumaba. Le solicité que me diese un silbido y se negó. Le solicité que me besase y ha dicho, ¿andas segura? R fue la primera cosa que me preguntó eso que después me preguntarían C, F, D, F de vuelta, J, G, M, H y L. No todos fueron novios, ciertos no pasaron de un beso y, tras los dieciocho, ciertos no pasaron una noche. De todas formas, todos me preguntaban lo mismo, como una manera de curarse en salud: entre tú y yo hay siete, diez, trece, dieciséis, veintitrés años de diferencia, ¿andas segura de que deseas? Y yo siempre y en todo momento deseaba. En el momento en que la luz es verde, los hombres mayores son la aniquila de lo asertivo. Me agrada lo asertivo. Detesto el balbuceo, la duda, el nervio aparente, «eso jamás me pasó», «en este momento qué hacemos»: son los gérmenes del engaño.