Si bien habitamos la era cristiana ya hace mucho más de 2000 años, la tradición de ofrecer obsequios en Navidad es parcialmente reciente. En verdad, esta tradición comenzó en 1841, hace 180 años.
La encargada de popularizar esta práctica fue la reina Victoria de Inglaterra, que en la época del siglo XIX decidió realizar regalos a sus hijos cada Navidad.
OTRAS CURIOSIDADES…
Como adorno en la cabeza decidió llevar una corona de flores y mirto (símbolo de amor y felicidad) en lugar de sus increibles tiaras, además de esto trajo un broche de zafiro y obsequio del novio y un collar de diamantes y atentos de Turquía.
El pastel de boda de 2 pisos era tan colosal, que debieron cargarlo 20 sirvientes (pesaba 136 kilogramos). Fue llamado “una construcción arquitectónica” y tenía arriba la imagen símbolo de Britannia bendiciendo a los novios, a cuyos pies estaban las efigias de un perro, como señal de lealtad, y de unas palomas representando la alegría. Estos adornos comenzaron la práctica de poner figuras de los novios en los pasteles de boda.
– Una reina enamorada, que solicitó matrimonio al novio y lució corona… de flores.
Victoria era una reina regente, la primera en siglos que se casaba estando ahora en el trono, al paso que su primo Alberto no tenía ningún título superior al de el. Tras la boda le pasaría a ser solo príncipe consorte. Más allá de la presión que su familia y el gobierno británico ejercitaban sobre ella para pactar un matrimonio (en tiempos donde la realeza –y muchas parejas– solo se casaba según intereses) Victoria se casaba intensamente enamorada de Alberto. Y fue ese amor que profesaba lo que la logró prescindir de su cubierta carmesí y de su corona de diamantes, símbolos de la reina que era.
Asimismo fue Victoria la que solicitó matrimonio a Alberto, en tanto que por su condición de reina no podía ser de otra manera, pero del mismo modo significó un cambio de permisos sin precedentes en aquella temporada (conque, si lo piensas, no lo vaciles, que no es requisito normalizar esta obsoleta iniciativa), y fue ella quien decidió no cambiar los votos maritales y jurar ‘obedecer’ a su porvenir marido. En su períodico apuntaría que deseaba parecerse mucho más a una mujer real y menos a una reina.
Isabel II del Reino Unido, La Enorme Reina Europea del Siglo Xx
No es solo que, solamente nacer, solo tuviese esperanzas de heredar el trono (era quinta en el orden de sucesión). Sucede que en su niñez, que ella misma recordaría como “bastante melancólico”, vivió recluida en la asfixia cortesana del palacio londinense de Kensington. Si deseas educar una alegación o reportar sobre una infracción, prosigue los pasos descritos en nuestra política de derechos de constructor y propiedad intelectual. Alexandra de Gales, la princesa precursora de Diana que puso de tendencia la cojera y visitó al Hombre Elefante En el siglo XIX, la nuera de la reina Victoria forjó el papel que después haría popular Diana y que en este momento efectúa la princesa Kate. Y aparte de ser huérfana de padre (el duque de Kent había fallecido antes que su hija cumpliese los ocho meses), solamente sería mucho más que un juguete a cargo de su madre, Victoria de Sajonia, y del supuesto apasionado de esta, el baroncito John Conroy.
Los dos serían nuevos apoyos para el corazón de la reina, más allá de que Bertie se ocuparía de eliminar cualquier indicio de los dos tras la desaparición de Victoria. Quien sabe si no se trató de una venganza particular hacia la madre que lo había separado. No obstante, no vale cualquier rama, va a ser del arbusto que plantó nuestro príncipe Alberto en el Castillo de Osborne, que nació de un esqueje que el marido de la reina trajo de casa natal a Coburg, Alemania . Además de esto, a la boda de Victoria y Alberto también le llevaron detenidos en sus trajes a las 12 damas de honor de la novia. Siente precisamente nuestra reina Victoria la que diseñó los vestidos de las jóvenes, asimismo en un sutil blanco. La corona y adornos florales inspirados en los que reina Victoria lució en su boda.