el gitano que canta la canción del valle el regalo

Hubo que aguardar en el final a fin de que va a llegar el pellizco. Lo adentraron la diosa del baile, Manuela Carrasco, y El Extremeño, que le cantó rebuscándose en el tarante y embistiendo como absolutamente nadie a la soleó. Solo para poder ver de qué forma Manuela retaba la negrura del cielo levantando los brazos con sus hazañas gitanas ahora valió la pena la entrada. El Gazpacho no se olvidó del baile como hicieron semanas atrás en el Juan Talega o El Potaje Gitano de Utrera. Fue lo destacado. Si bien a evaluar por el público, se jugó el ubicación de manera inexplicable con La Tremendita. Esta flamenca con flow trajo lozanía durante la noche con su iniciativa actualizada. El respetable se la tragó jaleándola hasta la saciedad. Pero si charlamos de personajes principales, aun sin estimar poner énfasis sobre el canto cumpliendo en su faceta de guitarrista de acompañamiento, Diego del Morao puso costoso el festival subiendo a lo sublime la categoría de su gamberro. Tal y como si fuera el Rey Midas, el que tocó con las manos se volvió de oro. Aun una intervención floja de La Macanita sonó diferente con su sonante en la ribera. Asimismo acompañó a Israel Fernández, al que conoce cada esquina.

celebracion

Si bien el toledano ponía de su cosecha, al cerrar los ojos se sentía aseado como en un disco. Quizás inesperado para bastantes pero pesado al camaronear. Moi de Morón cantó en el hogar ebrio de emoción. Fue lo que provocó que su registro estuviese algo chato, igual en todos los cantos. Se homenajeaba en el letrero a su padre Diego Cano y lo dio todo.

Tres cuartos de hora de retardo para iniciar. Y cometieron el fallo de abrir con la actuación de los estudiantes de la Escuela Municipal de Música y Danza agregando innecesariamente mucho más vueltas al reloj. Se entiende que deseaban entregarle un espacio favorecido a la cantera moronense sobre las mesas del Gazpacho. Pero a mi juicio no es el ubicación. Y tal como erraron en ello, asimismo fue un tropezón injustificado refererir los treinta años de la desaparición de Camarón y los sesenta de Tomás Pavón dejando en el olvido El Tenazas, cantaor local que estaría festejando cien años de su proclamación como un de los triunfadores del célebre Certamen de Canto Jondo de Granada de 1922. Ni un miserable acto, ni solo una mención.

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