“Desnúdate antes de involucrarte y comprometerte con alguien porque no hay vuelta atrás una vez que estás allí”. Estas fueron las palabras dadas a todas las parejas participantes cuando mi esposa y yo tuvimos nuestro seminario prenupcial impartido por un trabajador parroquial en una iglesia local donde nuestra boda será solemnizada. La sala se llenó de risas cuando respondí: “¿Pensé que desvestirse viene después de la ceremonia de la boda?”
Estas palabras, aunque retóricas, son tan importantes como lo que dice un proverbio africano: “Antes de casarse, mantenga ambos ojos abiertos, y después de casarse, cierre un ojo”.
Antes de involucrarse y comprometerse con alguien, no permita que la lujuria, la desesperación, la presión de los demás lo cieguen a las señales de advertencia. Usted y su pareja tienen muchas expectativas, necesidades emocionales, valores y sueños diferentes. Mantenga ambos ojos abiertos y no se engañe pensando que puede cambiar a alguien durante el curso de su matrimonio. Antes de comprometerte, tómate un tiempo para observar a la persona que se convertirá en parte de tu vida. Cuanto más abras los ojos para evaluar su calidad, respeto, amor y verdad, más fácil te resultará decidir quién se sienta a tu lado mientras ves tu programa de televisión favorito.
Una vez que decidas comprometerte con alguien, con el tiempo, sus defectos y vulnerabilidades se harán más evidentes. Pero si amas a tu pareja y quieres que la relación crezca y evolucione al siguiente nivel, debes aprender a cerrar un ojo y no dejar que las pequeñas cosas te molesten. Sin embargo, estos defectos pueden convertirse en su ventaja dependiendo de cómo cada uno de ustedes se complemente con el otro. Ninguno de los dos es perfecto, pero pueden ser perfectos el uno para el otro dependiendo de cómo uno complete al otro. Mira el espacio en los dedos de tu mano. ¿Sabes lo que significa esa brecha? Esos espacios están destinados a ser complementados por la mano de su pareja.
Matrimonio es aceptar a la persona como lo que es y no como esperas que sea. Los socios son dos hijos de Dios imperfectos pero únicos que han decidido compartir una vida juntos. Y a pesar de estas imperfecciones que ambos ojos veían antes del matrimonio, cerrar un ojo después te permite ver no estas imperfecciones sino a alguien que compartió el altar contigo cuando dijiste: “Sí, acepto”.